Lo de siempre. Hace años que el BCE estudia una solución para crear el euro digital y ahora, sin tener aún una idea clara de cómo implementarlo, los funcionarios de distintos niveles se sienten presionados por la nueva normativa aprobada recientemente por el Congreso de los Estados Unidos sobre las stablecoins: nos referimos a la Genius Act (y «apéndices») de la que hablamos en nuestro análisis del 25 de julio pasado.
El problema está bastante claro. Entre las monedas del G10 se encuentra el dólar estadounidense, que el ejecutivo estadounidense ha decidido vincular a tokens emitidos por blockchains públicas como Tether y Circle, y abandonar definitivamente el proyecto de una CBDC (moneda digital del banco central), que incluso queda excluida por ley. Además, destaca Suiza, que ha creado una cadena de bloques privada para gestionar el franco digital a nivel del sistema bancario: se trata del proyecto Helvetia, que comenzó su fase piloto en 2023 para el mercado mayorista y recientemente ha decidido prolongar la fase de pruebas hasta 2027 antes de adoptar una moneda digital emitida por el SNB solo para el mercado bancario, excluyendo a los particulares por motivos de riesgo excesivo: en una situación de pánico, podría producirse una carrera hacia las ventanillas bancarias para comprar moneda digital del Estado, pero esto provocaría la quiebra de los bancos. Gran Bretaña lo está considerando (una característica que la hace muy europea), es decir, todavía se encuentra en fase de investigación. Y luego tenemos el caso de China: un yuan digital (e-CNY) que se suma al físico y que funciona en Celo (una capa 2 de Ethereum) destinado al comercio minorista para facilitar la inclusión financiera con un sistema controlado para garantizar la privacidad y las operaciones transfronterizas; lleva varios años en fase piloto, pero se está extendiendo rápidamente.
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El dilema europeo es comprensible: en lo que respecta a los pagos digitales, si incluimos también los realizados con tarjetas de crédito, no existe un circuito europeo, sino una dependencia total de los estadounidenses (Visa y Mastercard, principalmente). Un euro digital, no solo emitido y garantizado por el BCE, sino con un circuito (por ejemplo, una cadena de bloques privada) controlado por el BCE, competiría con los circuitos de tarjetas de crédito estadounidenses. Sin embargo, el uso de una sola cadena de bloques puede limitar la difusión de una CBDC y la elección de Estados Unidos sobre las stablecoins plantea un reto adicional a los funcionarios europeos, que ya están replanteándose el proyecto del euro digital con una mayor dilatación de los plazos. Es cierto que el uso de blockchains públicas (ya existen algunas stablecoins vinculadas al euro, como Stasis euro o EURC de Circle, pero su capitalización es ridícula) plantea problemas de privacidad porque las transacciones son pseudoanónimas, mientras que una blockchain privada puede proporcionar un control absoluto sobre la confidencialidad (y también una mina de oro de información para las autoridades fiscales). Sin embargo, la alternativa china ya se encuentra en fase piloto y, por lo tanto, puede estudiarse. Es evidente que no es necesario estimular la inclusión financiera en Europa y, por lo tanto, la extensión del euro digital a los particulares parece demasiado arriesgada. Pero si esto es comprensible, existe otro modelo que Europa puede tomar como referencia y que ya se encuentra en fase de pruebas avanzadas: el proyecto Helvetia. Por lo tanto, ha llegado el momento de tomar una decisión. No tomar decisiones sobre este tema, para una economía tan importante como la del viejo continente, podría tener consecuencias muy desagradables.
Descargo de responsabilidad
Esta publicación expresa la opinión personal de los colaboradores de Custodia Wealth Management que la han redactado. No se trata de consejos o recomendaciones de inversión, ni de asesoramiento personalizado, y no debe considerarse como una invitación a realizar transacciones con instrumentos financieros.